ESCOLLO FATAL DE LA INOCENCIA

Jose Ramon de Elorza

Aprobación, 1824

        En efeco, si tanto se declama en el día por los Oradores sagrados contra dantzas y bailes, y con justa razón, lo es por el desenfreno que reina en ellos, libertades que se toman, e indecencias que con el mayor descaro se cometen. En verdad que, si no hubieran degenerado de aquella sencillez, gravedad y respeto con que los pinta y describe el escritor guipuzcoano, nada hubiera habido que hablar contra ellos. Pero por desgracia una diversión inocente, que es la efusión de un alma verdaderamente alegre, una diversión que aun se halla conseignada en los mismos libros de la Santa Escritura, y que entre los nobles guipuzcoanos se ha contado por una de las partes de la educación de la juventud, ha llegado a ser el escollo fatal de la inocencia, la red varredera, que envuelve y enreda a la incauta juventud; el foco principal de amistades peligrosas, y de consiguiente el fecundo origen de corrupción de costumbres. ¡Lamentable fatalidad! ¿Qué remedio pues, para tal grave mal? ¿Desterrar enteramente tamboril y bailes en las plazas? Traería sus inconvenientes, y puede que acaso el remedio fuese peor que la enfermedad. ¿dejarlos correr en el escandaloso pie en que se hallan? Ni lo permite la decencia y mucho menos la moral cristiana. ¿Pues qué remedio? Vuelvo a repetir, en el plan propuesto por Iztueta se halla si no un remedio radical de estos escándalos, a lo menos mucha parte de ellos.