EL CANCIONERO VASCO VIVE
R.M. Azkue, 1919
Cuesta creer, señores, que nuestros antepasados, oyendo lenguas tan diferentes de la suya como el bretón (celta) y el flamenco (germano) hayan podido traducir e importar sus canciones; pues los actuales vascos, marinos de mayor instrucción y de más educación musical que aquéllos, no han importado, que sepamos, canciones ni japonesas ni bisayas, a pesar de sostener relaciones más frecuentes y más íntimas con pueblos de raza malaya. Pero pase. ¿Está seguro el Sr. Gascue de que esas melodías llegaron a ser, como nos lo dice, madres en nuestro cancionero? Desde hace por lo menos medio siglo van gran parte de nuestros pescadores el verano a las costas de Santander y Asturias y cada año traen alguna canción más o menos mal aprendida, eso que el castellano en nuestros días no suena a los vascos, como en otras épocas, a celta, germano o malayo y es facilmente importable.
Siendo yo mozalbete, oí a varios marineros una canción, creo que santanderina, de la que no recuerdo más que estas palabras, con su melodía: "Con el hacha puñalada. Es de creer que el hacha que llegase a sus oidos haya sido "hacha funeraria". También recuerdo que hace unos ocho años trajeron esta otra canción típica santanderina: Sale del moral (sic), sale del moral la rosa,
sale del moral coloradita y hermosa ¡y olé!
Más diré al Sr. Gascue. Ya no cada año, sino por lo menos todos los domingos resuenan en todas las villas de alguna importancia del País Vasco melodías aún más extrañas a las indígenas que la de Sale del moral, como son: habaneras, polkas, schotisch, walses, mazurkas, seguidillas, jotas y zortziquitos koipes que solo tienen de vasco el nombre y el metro; y sin embargo el cancionero vasco vive, como vive nuestra lengua, a pesar dé que todos los periódicos, todas las escuelas conspiran en lucha abierta contra su existencia; y vive sin vilipendio, sin que acaso en el 80 por 100 de sus canciones se note, ni en su ritmo, ni en su fraseo, ni en su ámbitus melódico, la infección de esos niveladores letales elementos. Verdad es que así como no hay lengua que pueda jactarse de no haber sido influída por otra; así como no hay mar, ni siquiera el Caspio, con cuyas aguas no se mezclen las de otro mar, pues las nubes se encargan de recoger la evaporación de las aguas de todos los mares, y de condensarlas y repartirlas por toda la tierra; así no hay cancionero en el mundo, tratándose de pueblo siquiera barnizado de cultura, que pueda envanecerse de absoluta autonomía.